¿Cómo recuperar el deseo sexual en otoño?

El final del verano. Es una frase que no suele sonar bien. Además del ya conocido estrés post vacacional, la vuelta a la rutina, el trabajo, o las preocupaciones económicas y familaires puede traer aparejada una disminución del apetito sexual.

Esta falta de apetito puede estar motivada por factores psicológicos y por factores físicos. Estos últimos estarían posiblemente relacionadas con otro tipo de patología. En todo caso, la recomendación fundamental para hacer frente a este tipo de problemas es la de acudir a un médico o especialista. Aún así, es posible analizar y hacer frente a esta «falta de apetito sexual».

Si nos centramos en primer lugar en los factores psicológicos, la vuelta a la rutina, el estrés, la vuelta al trabajo, a los estudios o a las tareas domésticas rutinarias pueden influir de forma significativa en la «falta de ganas». Son todos estos factores que pueden estar relacionados con el estrés, con causas tan variadas como los problemas económicos, el trabajo, preocupaciones por la salud o familiares. Como posible solución, existen técnicas concretas para esta patología, y además, según muchos especialistas, practicar deporte o técnicas de relajación son buenas opciones.

Otro de los motivos que puede llevar a esas «falta de apetito sexual» es el propio cansancio, ya que tras las vacaciones lo más normal es que dispongamos de más horas de actividad y menos horas de sueño. El cansancio es uno de los responsables más comunes de la baja de libido, pudiendo provocar insomnio o apnea del sueño. Cuando el cuerpo está agotado, dormir casi se convierte en el único objetivo, por lo que la práctica del sexo pasa a un segundo o tercer plano. Como solución, descansar y dormir lo mejor posible hasta recuperar el ritmo habitual.

Dejar atrás el lugar de veraneo, regresar a la ciudad y hacer de nuevo frente a los problemas más cotidianos también puede provocar depresión, y, aunque no tiene por qué suceder en todas las ocasiones, esta depresión también puede ser la responsable de la disminución en el deseo sexual. Además, los antidepresivos pueden tener como efecto secundario que la libido llegue a niveles mínimos. Evidentemente, cuando antes se consulte con el médico antes podremos encontrar la solución.

Según Ramón Almendro, director general de Boston Medical Group, una recomendación general para abordar este tipo de «inapetencias» que no tengan un carácter orgánico sería la de «hacer del sexo algo divertido, e intentar siempre que haya complicidad entre los miembros de la pareja para evitar caer en la monotonía».

Además, en verano «entra en juego la mente, ya que es verdad que en esa estación se potencia más la imagen sexual de los hombres y las mujeres, y por eso normalmente hay más apetencia».

Reconoce Ramón Almendro que «afortunadamente la vida sexual no se acaba a los 50 ni a los 60, y mientras haya ganas hay posibilidades de conseguir una vida sexual satisfactoria».

Se refiere en este caso más a las disfunciones de tipo eréctil más relacionadas con problemas o patologías orgánicas, ya que, en el caso masculino, solo el 20 por ciento de estas disfunciones estarían relacionadas con aspectos psicológicos. Unas y otras se tratan de manera diferente.

Las de carácter orgánico suelen estar asociadas a patologías mayores «como el colesterol o la hipertensión, cuyas consecuencia puede ser la disfunción eréctil al impedir que la sangre llegue al pene». Otro factor que puede hacer que disminuya la circulación sanguínea es el tabaquismo.

Si bien esta falta de erección puede ser puntual, Ramón Almendro nos recuerda que «si se falla una vez puede provocar ansiedad, lo que a su vez genera adrenalina, que es vasoconstrictora e impide la circulación sanguínea, por lo que estaríamos creando un círculo del que cada vez es más difícil salir».

Acudir a un especialista es la mejor recomendación, aunque se pueda pensar que hablar de «nuestros problemas sexuales» sigue creando cierta reticencia. El director general de Boston Medical Group reconoce que en los últimos años, la aparición de los fármacos vía oral tipo Viagra «han ayudado mucho sobre todo a que los hombres hablen de estas patologías». Aunque curiosamente, la juventud no es la que tiene menos prejuicios a la hora de hablar de estas cuestiones porque «entre la juventud y las personas de mediana edad siguen existiendo ciertos tabúes. Lo cierto es que a partir de los 65 años se aborda el tema de una manera más natural».

En el caso de las mujeres, según la psiquiatra Yamira Puentes, jefa de departamento de CENESEX, «la inapetencia puede deberse a la existencia de una disminución o ausencia de fantasías sexuales o deseos de involucrarse en algún tipo de actividad sexual, lo que ocasiona malestar a la persona, a la pareja, o a ambos. Esta pérdida del deseo constituye la disfunción sexual más frecuente en la mujer y su incidencia ha ido en aumento en los últimos años».

En ocasiones la edad y determinados procesos como la lactancia, el climaterio o la posmenopausia pueden producir modificaciones anatómicas y hormonales, entre otras, que afectarían la respuesta sexual, aunque esos estados no tienen por qué producir necesariamente inapetencia sexual.

También pueden tener mucho que ver alteraciones orgánicas como consecuencia de la ingestión de alcohol y narcóticos, por medicamentos como los antidepresivos, trastornos endocrino-metabólicos (por deficiencia de la hormona testosterona) y por enfermedades crónicas como la diabetes y la insuficiencia renal.

Se relaciona asimismo con factores psicológicos, para muchos la causa más frecuente, como «los conflictos de la pareja, el agotamiento físico, depresión, excesivo estrés o ansiedad, bajo nivel de autoestima, actitudes negativas hacia la sexualidad y experiencias sexuales traumáticas», y precisamente alguno de estos factores son los que nos podemos encontrar tras la vuelta de las vacaciones y como consecuencia de un regreso a la rutina.

A doctora Puentes reconoce que «la demostración de cariño no se traduce forzosamente en una invitación al contacto sexual. Diría que una forma de prevenir la disminución del deseo sexual es precisamente reservar tiempo para la intimidad. La pareja necesita tiempo para hablar, salir solos y tener sus propios espacios».

Así, es habitual en la práctica clínica que las parejas necesiten realizar un entrenamiento en comunicación, y en la mejora de sus relaciones antes de focalizar el tratamiento hacia el incremento de la actividad sexual.

fuente:abc.es

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